La soledad no deseada en la vejez se ha convertido en un problema de salud pública que puede conducir a adicciones silenciosas. Las personas mayores, especialmente las que viven solas, son más vulnerables al consumo de sustancias como alcohol, hipnosedantes o al uso compulsivo de tecnologías, como forma de aliviar su malestar emocional. Estudios señalan que el aislamiento aumenta riesgos físicos y mentales, y se relaciona con la automedicación o la búsqueda de alivio emocional a través de conductas adictivas. La falta de detección por parte de profesionales sanitarios y la ausencia de redes sociales agravan el problema. Se propone abordar este fenómeno desde la prevención, el acompañamiento y la sensibilización, entendiendo estas adicciones no como decisiones voluntarias, sino como respuestas a la falta de vínculos afectivos.