De acuerdo a las conclusiones del proyecto europeo DRUID (Schulze et al., 2012), las intervenciones en seguridad vial (y medicina de tráfico) en relación a otras drogas distintas del alcohol no pueden realizarse a costa de reducir las intervenciones en relación al alcohol. En conjunto el alcohol sigue siendo el enemigo número uno de la seguridad vial: intervenir en relación al alcohol y las drogas y la conducción, debe realizarse de forma integrada, y en ningún caso dejando de actuar en relación al alcohol.
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