Desde que se abrió el debate sobre los posibles beneficios de una legalización del cannabis, amparada por sus presuntos efectos terapéuticos en ciertas patologías, en una mayor pureza de la sustancia, e incluso en su aportación fiscal vía impuestos, los profesionales de las drogodependencias recordaban que una mayor disponibilidad y visibilidad de la sustancia produciría necesariamente un mayor consumo de la misma, tal y como ocurre con las sustancias adictivas legales, como el alcohol, tabaco o ciertos psicofármacos.