Con la celebración de los Juegos Olímpicos -el mayor espectáculo global del planeta en términos mediáticos y económicos-, el fenómeno deportivo alcanza su máxima expresión. Se espera de los deportistas un escrupuloso respeto hacia valores como el espíritu de superación, el juego limpio, el respeto al adversario, la autodisciplina, la perseverancia, la honestidad, y se confía en que hagan gala de ellos, perduren en sus vidas, y les ayuden a un completo desarrollo. Sin embargo, de unas décadas a esta parte, también sabemos que algunos deportistas no se rigen por esos criterios, más bien al contrario, y que la trampa y el doping están a la orden del día. Programas de competición sobrecargados, enorme presión del entorno, mercantilización o ciertos nacionalismos de Estado estarían detrás de esta problemática que no debe analizarse aisladamente sino que concierne igualmente a educadores, deportistas, entrenadores, clubes, patrocinadores, facultades de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte o Medicina (entre otras), medios de comunicación y poderes públicos.
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